miércoles, 29 de abril de 2020

Advaita-La enseñanza.Sri Ramesh Balsekar.OM

SER


=.Sri Babulnath mandir. Mumbai. India.=

SER


-.Sri Ramesh S. Balsekar.-
(Mumbai, 1.917 - 2.009)
=.Discípulo de Sri Nisargadatta Maharaj y devoto de Sri Ramana Maharshi.=


SER



SER


Extracto:
=.PAZ Y ARMONÍA EN LA VIDA COTIDIANA.=
Ramesh S. Balsekar
Editorial Trompa de Elefante
Madrid (2008)
ISBN: 978-84-935659-2-3

SER

Todo lo que hay es Realidad, y toda
ilusión, toda forma, toda sombra no puede 
ser sino un reflejo de esa Realidad.

SER

-.Advaita-La enseñanza.-

Advaita (a + dvaita = no dualidad) quiere decir que la Fuente, sea cual sea el nombre que se utilice para ella (Energía Fundamental, Consciencia, Plenitud, Dios, etc.) es Unicidad, Unidad, No Dualidad.
La manifestación que emerge de la Fuente está basada en la dualidad, es decir, la inevitable existencia de pares de opuestos polares interconectados: hombre y mujer, belleza y fealdad, bien y mal.
En todo momento deben existir a la fuerza pares de opuestos interconectados de todos los tipos posibles.
El sabio acepta la dualidad, que es el fundamento mismo de la vida, y permanece anclado en la paz y la tranquilidad mientras afronta, como cualquier otra persona, el placer y el dolor que le trae la vida.
La persona corriente no acepta esta dualidad -la existencia en todo momento de opuestos interconectados- sino que persigue un elemento del par buscando la exclusión del otro y, por tanto, es infeliz.
El sabio acepta la <<dualidad>> de la vida; la persona corriente escoge entre los opuestos interconectados y vive en la infelicidad del <<dualismo>>.

El hombre sabio ve cómo en el día a día se llevan a cabo elecciones entre los opuestos polares, pero es plenamente consciente del hecho de que en cada caso las elecciones tienen lugar de acuerdo con la programación del organismo en cuestión y, por lo tanto, no son decisiones tomadas por una entidad individual.
Por consiguiente, el sabio siempre está en armonía con la Fuente.
Cuando el destello de Comprensión Final tiene lugar, no es improbable que el individuo tome consciencia plena de la totalidad indivisa del universo y perciba con claridad que el espectro de opuestos polares es una gran ilusión, como una pelea fingida entre amantes en una obra de teatro.

Con sólo permanecer plenamente consciente de esto, la vida deja de ser un continuo proceso de elegir, comparar, juzgar, culpar y alabar en el que el estado de Testigo -la observación impersonal que resulta de la aceptación de Lo-Que-Es- se da sólo en contadas ocasiones.

Belleza y fealdad, amor y odio, bien y mal realmente no existen por sí mismos hasta que el pensamiento los convierte en tales.
Cuando estos pares duales son aceptados como parte intrínseca de la vida y de vivir, las preferencias y los juicios cesan y todo se convierte en claro y transparente

Todo simplemente sucede.

SER



SER

En la vida cotidiana uno debe afrontar problemas que tienen un asombroso número de causas aparentes y de posibles consecuencias.
Por lo tanto, una cuestión de interés es la de si existe una causa básica común a dichos problemas que pueda ser aislada y tratada.
Sin duda, la causa básica del conflicto y la infelicidad humana es el <<dualismo>>, que es un concepto distinto del de <<dualidad>>.
La diferencia esencial entre ambos conceptos debe ser analizada concienzudamente y comprendida en toda profundidad.
De hecho, esa comprensión podría ser por sí misma la solución de la infelicidad humana, pues liberaría al ser humano del dilema en el que se encuentra sumido en su infatigable búsqueda de una felicidad completa.

La <<dualidad>> es polar, es decir, está basada en la interrelación entre pares de opuestos y, por consiguiente, no implica una verdadera separación; por el contrario, <<dualismo>> significa oposición, separación y, por tanto, conflicto.
La manifestación fenoménica es, por tanto, un proceso de objetivación que, por la propia naturaleza de este proceso, precisa de la dicotomía entre dos elementos: un objeto que percibe y un objeto que es percibido.
Éste es el proceso conocido como <<dualidad>>: todos los fenómenos perceptibles sensorialmente corresponden a la correlación de un sujeto (el objeto que percibe) y un objeto (el objeto que es percibido)

Por consiguiente, sin el proceso de la dualidad no puede existir ningún fenómeno.
Además, ninguno de los objetos fenoménicos (ni el sujeto que percibe ni el objeto que es percibido) tiene en sí mismo una existencia autónoma: la existencia del uno está supeditada a la existencia del otro.

Cuando se comprende la esencia de la dualidad, desaparece el problema del samsara (la vida cotidiana fenoménica) y de la esclavitud del individuo imaginario, por la sencilla razón de que se percibe con claridad que el <<individuo>> en cuestión es tan sólo el aparato psicosomático, el instrumento a través del cual tiene lugar el proceso de percibir y conocer.
Nuestra infelicidad, nuestro conflicto y nuestra esclavitud surgen como resultado de la identificación errónea de Lo-Que-Somos (Consciencia) con el elemento objeto-perceptor como entidad autónoma, lo cual produce en la mente-total (Consciencia) una dicotomía entre sujeto y objeto.

Esta identificación o <<entificación>> como entidad separada e independiente (como pseudosujeto) es el <<dualismo>> (el maia) que resulta de la aplicación errónea, en la vida cotidiana, del principio original de dualidad.
Por su propia naturaleza, este proceso está basado en un principio de polaridad y de interrelación y, por tanto, en él no tiene sentido la separación.
Es esta entificación ilusoria la que provoca todo conflicto, todo el sufrimiento, toda la infelicidad a la que se conoce comúnmente como <<esclavitud>>.
La percepción directa, instantánea  y total de la naturaleza ilusoria del pseudosujeto como hacedor independiente significa, por sí misma, la liberación de dicha esclavitud.

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Una cuestión interesante es que en el proceso de percepción existe una importante distinción entre nuestra percepción exterior y nuestra percepción interior, entre <<percibir>> y <<sentir>>.

Las imágenes mentales correspondientes al mundo no dualístico exterior y al mundo dualístico interior son distintas: la percepción sensorial o exterior puede denominarse <<percepción>> y la percepción interior puede denominarse <<sentimiento>>.
La <<percepción>> es general, mientras que el <<sentimiento>> es dualístico en su propia esencia, pues está basado en las preferencias de cada uno.

La estructura general del ser humano, aunque está basada en la dualidad fundamental hombre-mujer, corresponde a la estructura del universo como unidad armónica.
Se tiene así un microcosmos similar al macrocosmos, pues el ser humano en su estructura general es una réplica de toda la creación.
Por el contrario, la estructura personal corresponde al mundo interno, al <<yo>> frente al <<otro>>, y está basada en la identificación egoica con el organismo cuerpo-mente.

El verdadero alcance de esta distinción entre la percepción interior y la percepción exterior ha sido puesto de manifiesto de forma espléndida por Hubert Benoît en su Lacher Prise (Soltar):
<<En la medida en que mi cuerpo físico y mis pensamientos van perdiendo su realidad y disminuyendo en su opacidad, mi consciencia va adquiriendo más y más realidad.
Cuanto más rápidos, ligeros, sin importancia e irreales se vuelven mis pensamientos [mi pensar], más se experimenta mi consciencia como real e importante.
Al mismo tiempo, cuanto más percibo mi consciencia como real, más siento que estoy "siendo", independientemente de mi cuerpo y mis pensamientos.
Podría decir, en oposición a Descartes, "no pienso, luego existo" [o "existo, luego pienso"]...
A medida que la percepción de la manifestación de mi "ser" se vuelve más sutil y ligera, es decir, cuanto menos me siento a mí mismo existiendo, mayor sensación de ser tengo y me siento más feliz.
Es como si mi consciencia de existir como persona fuera el reflejo inverso de mi consciencia de "ser": cuanto menos "me siento", más tengo la impresión de acercarme al momento en el que tendré la consciencia de "ser", al momento en el que mi consciencia será consciente de sí misma>>.

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En cualquier momento de un día cualquiera puede surgir este pensamiento: <<¿Qué significa "morir"?>>.
Evidentemente, es el ego el que formula la pregunta.
La respuesta es que <<morir>> significa estar <<ausente>> de lo que sucede en la vida cotidiana, no sentirse concernido ni estar preocupado por aquello que sucede en el día a día.
Así, si somos capaces de morir cada día al placer y al dolor de lo que conocemos como vida, la muerte puede tener lugar cada día.
Es decir, si aceptamos lo que sucede en el momento presente y hacemos aquello que es necesario hacer en el presente -sin la resistencia y la lucha producidas por nuestra autosuficiencia, por nuestra lástima por nosotros mismos, por el odio y la malicia hacia el otro, por la culpa y la vergüenza que surgen de la memoria- podremos disfrutar de la alegría de morir cada día.

Esto sólo puede suceder, es decir, no puede ser <<conseguido>> o <<forzado>>; y tan sólo puede darse si la mente especulativa, que por su propia naturaleza funciona en el pasado o el futuro, nunca en el presente, está verdaderamente quieta y serena.
Esto sólo puede tener lugar si somos capaces de aceptar total e incondicionalmente que todo ser humano no es más que un instrumento programado a través del cual funciona la Energía Fundamental.
O, como dijo Buda: <<Los acontecimientos suceden, las acciones se llevan a cabo, pero no hay ningún hacedor individual>>.

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¿Cómo se traduce la Comprensión Última en acción en la vida cotidiana?
El sabio es consciente en todo momento de que la vida <<ocurre>> y no la proyecta hacia el futuro.
El resultado es que este <<darse cuenta>> sigue teniendo lugar incluso cuando los pensamientos, sentimientos y deseos surgen en el organismo cuerpo-mente.
Puesto que éstos son meramente atestiguados a medida que aparecen y siguen su curso, no hay implicación (que es el resultado de la sensación de ser el hacedor) en ningún suceso.

La verdadera comprensión hace que nos demos cuenta de que, como nubes que surcan el cielo, los pensamientos y los sentimientos que flotan en la mente no tienen hogar ni raíces.
Una vez que se comprende que la Consciencia es el sustrato de todo lo fenoménico, incluyendo a los seres sensibles, sus pensamientos y sus acciones, los juicios discriminatorios de la mente se detienen porque se percibe que nada tiene existencia independiente.
Entonces, las virtudes y los vicios se contemplan no como opuestos o antagónicos, sino como pares polares que se anulan el uno al otro cuando se superponen.

Con esta comprensión, todas las acciones se vuelven espontáneas pues no son nada más que el resultado del funcionamiento de la energía potencial, de la energía latente que se expresa a sí misma en la milagrosa fructificación de las plantas, en la formación de los ojos y oídos o en la circulación de la sangre.

Esta fuerza o energía se genera sin ninguna intención consciente es una energía natural y espontánea de la cual la electricidad (cuya verdadera naturaleza se ignora a pesar de que su funcionamiento es de sobra conocido) es sólo un aspecto.
En esto es en lo que se traduce la verdadera comprensión: una actividad espontánea, no maquinada, en los asuntos prácticos de la vida cotidiana.

Esta milagrosa fuerza natural o Energía Superior, cuyo fundamento es la ausencia de volición personal y que no tiene nada que ver con los poderes espirituales o siddhis, ha sido descrita por Lao-Tse:

La virtud superior no es [volitivamente] virtuosa,
y por ello es virtud.
La virtud inferior no desiste de ser virtuosa,
y por ello no es virtud.
La virtud superior no emplea la fuerza,
pero nada se queda sin hacer.
La virtud inferior emplea la fuerza,
pero nada consigue.

La Energía Superior es anónima y está impregnada de llaneza.
Es justo por este motivo por el que la persona corriente se siente desconcertada cuando se la encuentra en su vida cotidiana.
Es esta misma fuerza o energía la que hace surgir la genialidad en las diversas áreas de actuación de la vida; esa genialidad no puede explicarse en términos de un proceder lineal <<paso a paso>>.
La única forma en que puede ser descrita, aunque no verdaderamente explicada, es a través de ciertos indicadores como hace Lao-Tse:

Cuando se perdió el gran Tao,
llegaron [las ideas de] humanidad y justicia.
Cuando el conocimiento y la astucia llegaron,
hubo grandes engaños.
Cuando las relaciones familiares perdieron su armonía,
llegaron [las ideas de] buenos padres y disciplinados hijos.
Cuando la nación cayó en el desorden y el desgobierno,
llegaron [las ideas de] ministros de confianza.

Cuando la acción es espontánea se produce sin que en la mente existan dudas, con lo que no hay lugar para pensar en el futuro.
Es curioso que la probabilidad de sobrevivir en una situación límite sea máxima cuando no hay ansiedad por sobrevivir, pues la fuerza de la Energía Superior está disponible sólo para aquellos que no están desgastados por la ansiedad.
Esto se puede apreciar analizando las acciones <<a vida o muerte>> que tienen éxito.
Lo que es todavía más curioso es el hecho de que la ansiedad incluye también el esfuerzo positivo por detener la inquietud.
Toda volición, positiva o negativa, constituye una limitación por la sencilla razón de que, en los dos casos, el que se preocupa es el inexistente ego individual en el que está presente la sensación de ser el hacedor.
La verdadera compresión acepta lo que la vida trae y responde a cada experiencia sin resistencia, dando así a la mente la libertad de pensar, ¡incluyendo la libertad para preocuparse!
Por eso Chuang-Tse, acerca de la muerte de su Maestro Lao-Tse, dijo:
<<El Maestro vino porque era el momento.
Se fue porque siguió el flujo natural>>.

Dicho de otro modo, debe permitirse a los sentidos, sentimientos y pensamientos operar de manera natural, pues cualquier intento por controlarlos sólo puede resultar en un empeoramiento de la situación.

Como dijo Krishna en el Bhágavad Guita:

<<El ser humano que es uno con lo Divino y comprende la Verdad vive con la convicción de que "yo no hago nada en absoluto", pues al ver, respirar, hablar, percibir y abrir y cerrar los ojos acepta que tan sólo se trata del funcionamiento de los sentidos que entran en contacto con sus objetos respectivos>>.

La única forma de producir un cambio en los pensamientos, las emociones y los deseos es a través de una verdadera comprensión; cualquier esfuerzo muscular o mental por controlarlos será inevitablemente inútil.

Uno de los pronunciamientos más osados a este respecto proviene del sabio chino Yang-Chu:

<<Deja que el oído oiga lo que desea oír, que el ojo vea lo que quiere ver, que la nariz huela lo que le gusta oler, que la boca hable de la comodidad que anhela, deja que la mente haga lo que desee...
Lo que el cuerpo desea para su confort es calidez y buena comida.
Combate su consecución y estarás cohibiendo lo que es natural y esencial para el hombre.
Lo que la mente anhela es libertad, para deambular por donde desea, y si no goza de esa libertad, la misma naturaleza del ser humano queda frustrada y coartada>>.

Resulta conveniente recordar que este consejo está dirigido a los buscadores de sabiduría, que de otra forma podrían embarcarse en prácticas disciplinarias que constituirían un impedimento para su progreso.
Lo que deba cesar debe hacerlo por sí mismo; cualquier esfuerzo encaminado a controlar el pensamiento y los apetitos sólo lograría reforzarlos y, con ello, reforzaría en el ego la sensación de ser el hacedor.

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La Comprensión Última de Lo-Que-Es, no es una mera comprensión intelectual, trae consigo verdadera humildad y la aniquilación de la sensación de ser el hacedor en la entidad egoica.
Esto hace que las acciones sean naturales y espontáneas, lo que refleja el hecho de que la verdadera inteligencia humana (no la mente-intelecto) no es algo ajeno a la naturaleza del ser humano.
La inteligencia humana es un aspecto intrínseco del universo fenoménico que mantiene el orden funcional en un equilibrio dinámico a través de la operación de la Consciencia, que es el sustrato de la manifestación fenoménica.

Este equilibrio en el orden funcional de la manifestación fenoménica se mantiene a través del mecanismo  natural de polaridad entre lo que aparentemente son elementos opuestos.
Por ello, cualquier conflicto basado en la existencia de pares puestos rígidos e irreconciliables como bien y mal, sujeto y objeto, <<yo>> y <<otro>>, resulta necesariamente superficial y sólo puede tener relevancia en un contexto cultural y temporal concreto.

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En último término, toda esta representación fenoménica del universo (el lila) carece de propósito y es inútil buscar un motivo o fin en la vida, sobre todo cuando éste se busca a través de la competición con los demás.

Una vez se concibe un objetivo, la espontaneidad se rompe y asume el control la mezquindad propia de la entidad egoica y su sensación de autoría personal de las acciones.
Desde ese momento, la visión está concentrada por completo en el objetivo, pasando así por alto todas las cosas que de verdad merece la pena en la vida.

<<Vivir con un propósito>> pasa por alto el verdadero propósito de la vida cotidiana: disfrutar de la unidad en la dualidad, de la unidad en la diversidad de la vida.
La sensación de libertad total sólo surge cuando la entidad egoica se da cuenta de esto; entonces emerge la luz de la visión verdadera, que disfruta de todo y no descuida nada.
La acción se vuelve espontánea y, al no estar en conflicto con el curso natural de los acontecimientos -con Lo-Que-Es-, permite que la persona en la que se ha producido una verdadera comprensión esté plenamente receptiva, a través de sus sentidos, al conjunto del universo.
Una persona así se toma la vida con calma puesto que no está preocupada ni por el esfuerzo ni por el resultado; se encuentra relajada y libre de tensión, disfrutando en plenitud y sin inhibiciones de la aventura de la vida.
Se convierte en el mahabhogui, el <<disfrutador>> supremo de la vida.

Un aspecto relevante para el buscador espiritual es que la profunda comprensión de Lo-Que-Es no deja fuera el mundo fenoménico por considerarlo ilusorio pues, en ese caso, estaría haciendo una falsa distinción entre lo que es real y lo que es irreal, entre la sustancia y la sombra, entre el Noúmeno y el fenómeno.
Como Buda puso de manifiesto con gran lucidez: samsara (la vida) es dukkha (sufrimiento), nirvana (la Fuente) es shanti (paz), y no son dos.

Todo lo que existe es Realidad, y cualquier ilusión, cualquier apariencia, cualquier sombra no puede ser sino un reflejo de dicha Realidad.
La ilusión no puede tener una existencia independiente.
La verdadera comprensión acepta que el Noúmeno es tanto trascendente como inmanente en lo fenoménico y, por consiguiente, toda distinción entre realidad e ilusión carece de substancia.
Así, nada se considera aceptable en tanto que real o inaceptable en tanto que ilusión; y al descubrir que cualquier distinción entre lo que es atractivo y lo que no lo es únicamente produce implicación en el ego (con lo que sólo puede causar sufrimiento innecesario), se produce un cierto desapasionamiento.
Lo atractivo y lo no atractivo son un par de opuestos interconectados, que constituyen el fundamento mismo de la manifestación fenoménica y su funcionamiento.

Es más, como consecuencia de esta comprensión, la rivalidad y la competición en la vida cotidiana se convierten en un juego, en lila, en vez de en un conflicto que conduce al odio, la malicia, los celos y la envidia.
De esta forma, el resultado inmediato de la verdadera Comprensión es que el ser humano se libera de la esclavitud del mundo y de todo su caos, sus miedos y sus sufrimientos, simplemente comprendiendo lo absurdo de la situación (<<¿realmente es eso lo que importa?>>).
El hombre sabio comprende que lo que había considerado y denominado deseable o indeseable, de acuerdo con las distinciones ilusorias en las que había basado sus ideales y objetivos, sólo constituye la expresión de la diversidad en el devenir de su vida cotidiana y que, por otro lado, puede conducir a un aburrimiento insoportable.
Sirva de ejemplo el caso del famoso actor George Sanders, que se suicidó y dejó una nota en la que decía que se quitaba la vida porque tenía todo aquello que la vida podía ofrecer (buena salud, dinero y fama) y estaba demasiado aburrido como para seguir viviendo.

Una percepción directa, total, de lo absurdo de los valores convencionales eleva al ser humano por encima de las disputas y de los conflictos de la vida.
Tras esta percepción, el hombre contempla la vida como un juego en el que tiene que participar ateniéndose a sus normas, pero que no se tiene que tomar demasiado en serio.
La persona que se ha liberado de los esquemas de juicio convencionales considera que es de necios tanto aceptar la infelicidad que resulta de esos mismos patrones como entregarse a los grandes placeres.
Ve la necedad de llevar a cuestas una pesada carga de culpa y vergüenza a causa de acciones que no son más que una parte de Lo-Que-Es, o de arrastrar un fardo de odio y malicia hacia un simple objeto a través del cual ha sucedido algo que le ha herido.

El hombre sabio no se retira ni se oculta del mundo natural de la gente y los acontecimientos.
Hacerlo significaría confesar que ha emitido un juicio sobre el mundo de acuerdo con esos mismo valores convencionales.
El sabio se mantiene como un miembro más de la sociedad y se conduce dentro de las reglas habituales, pero se abstiene de representar el papel que prevalece en la sociedad, por el que el ser humano corriente se afana en conseguir riqueza, fama y seguridad.
Su mente está vacía de deseos y ambiciones fútiles, ardides y malas artes.
Recibiendo con alegría aquello que se presenta en su camino, aceptando el cambio como el fundamento mismo de la vida, el sabio permanece anclado en la unicidad subyacente a la existencia que abarca al ser humano y a la naturaleza.
Se mueve por la vida atestiguando las distintas experiencias que se presentan, participando en ellas pero sin ningún apego, ya sea este el apego positivo a los placeres o el apego negativo a las penas.
Verdaderamente, el sabio parece extender la virtud y la bondad al mundo entero sin pelear jamás con nadie.

Al abandonar el concepto de entidad aislada y dotada de libre albedrío, se seca la fuente misma de los deseos y, de forma simultánea, desaparece la esclavitud creada por los deseos y los esfuerzos por conseguir los objetos de dichos deseos.
Es preciso aclarar este tema: no es que en el organismo cuerpo-mente no surjan pensamientos, sentimientos y deseos de forma biológica y natural.
El surgimiento de pensamientos-sentimientos-deseos en la mente es tan natural como la aparición de olas en el mar.
Cualquier intento de suprimir este suceso natural tan sólo puede conducir al fracaso y la frustración.
Lo que sucede con la llegada de la Comprensión es que los pensamientos-sentimientos-deseos que surgen no son perseguidos.
Surgen, pero cuando son ignorados y no obtienen sustento por parte de la volición del ego, tan sólo pueden desaparecer.
En otras palabras, la comprensión resulta en un mero atestiguamiento del proceso de surgimiento y desaparición de los pensamientos-sentimientos-deseos en el que no hay implicación alguna.
Entonces, incluso el mismo surgimiento de los deseos disminuye, de forma gradual, tanto en frecuencia como en intensidad.
La belleza de este proceso está en el hecho de que el hombre sabio no se preocupa por el curso que pueda tomar el proceso.

SER




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El ser humano debe darse cuenta de que el Noúmeno es la Realidad permanente, mientras que el mundo fenoménico de los sucesos, de los objetos y de los seres es un universo en movimiento y orquestado por la Realidad no perceptible.
El Noúmeno no tiene forma y, por supuesto, está libre de los grilletes del espacio y el tiempo, que son el fundamento mismo del universo fenoménico.
El ser humano es tan sólo una parte de este universo fenoménico, un instrumento diseñado de forma extraordinariamente compleja a través del cual funciona el Noúmeno como Energía Fundamental (Shakti), que produce en cada instante aquello que debe suceder.

La afirmación del Bhágavad Guita de que nadie muere puesto que nadie nace tiene un respaldo biológico; todo, cada célula, cada átomo, cada molécula, cada cuerpo coexiste dentro del océano cósmico.
Cuando una ola se crea, lo hace asumiendo un carácter individual, pero permanece ligada al océano, en el cual se funde una vez ha concluido su efímera etapa fenoménica.
Cada ola está moldeada de forma única por el resto y viceversa.
El concepto del Bhágavad Guita está basado en la Ley Cósmica del universo.
El primer ser humano coexiste con todos los seres humanos de todas las épocas, pues en realidad nadie muere ni nadie nace.

Resulta interesante que uno de los conceptos más difíciles de aceptar, incluso para un buscador <<experimentado>>, sea que el <<tiempo>> no existe.
Así, el buscador plantea la siguiente pregunta: toda acción necesita de la duración temporal para tener lugar (el pasado ha llevado al presente y el presente conducirá al futuro); entonces, ¿cómo puede uno aceptar que no existe el tiempo?
En cierto sentido, la respuesta es sencilla: el pasado, mientras sucedió, lo hizo en el presente.
Lo que ahora consideramos como un suceso pasado no es en realidad un suceso pasado sino el recuerdo del mismo.
De la misma forma, cuando el suceso futuro tenga lugar sólo podrá hacerlo en el presente.
En este instante el suceso futuro es sólo una suposición; no existe.
El verdadero significado de lo que acaba de afirmarse no puede comprenderse racionalmente.
La comprensión sólo puede tener lugar mediante un <<destello>> de comprensión: sólo existe el presente.

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El sabio Monoimo dijo, refiriéndose a aquel que quiere encontrar a Dios:

<<Descubre por qué te quedas dormido cuando preferirías no hacerlo, por qué te despiertas cuando preferirías no hacerlo, por qué te enamoras cuando preferirías no hacerlo>>.


Si fuera posible aceptar que nadie es un hacedor o, en palabras de Buda, que <<los acontecimientos suceden, las acciones se llevan a cabo, pero no hay ningún hacedor individual>> (es decir, si uno aceptara en su totalidad el significado de las palabras <<Hágase Tu Voluntad>>), entonces, las palabras <<perdonar>> y <<perdón>> no tendrían ningún sentido.
De hecho, cuando uno dice que ha perdonado a alguien por lo que dicha persona ha hecho o dejado de hacer, se tiene que dar por supuesto que uno no ha aceptado por completo que nada puede suceder a menos que sea la voluntad de Dios.
Eso quiere decir que si me han herido es porque en la voluntad de Dios (cuyo fundamento es imposible conocer) estaba que yo fuera herido; y que si mi destino no fuera el de ser herido, nada sobre la faz de la tierra, y mucho menos un ser humano, podría herirme.
Por ello, cuando una persona dice que ha perdonado a alguien, ¿no está acaso asumiendo un papel divino?
En realidad, si uno verdaderamente acepta que nada puede suceder a menos que eso sea la voluntad de Dios (que toda acción no es más que un suceso divino), entonces en su vocabulario no puede existir la palabra <<perdonar>>.
El concepto de perdón sólo se vuelve totalmente innecesario cuando se acepta que nada puede suceder a menos que eso sea la voluntad de Dios.

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La única forma en que una relación con <<el otro>>, quienquiera que éste sea, puede funcionar de modo armónico y sin fricción es que las dos personas comprendan las inevitables limitaciones que los genes y el condicionamiento ambiental ha producido en sus organismos cuerpo-mente.
En términos prácticos, lo que esto quiere decir es que cada <<yo>> debe ser capaz de aceptar que, en realidad, <<el otro>> no tiene control sobre lo que él o ella <<hace>>.
En efecto, su forma de <<pensar>> está basada en la programación del organismo cuerpo-mente (genes y condicionamiento ambiental) y, por ello, su <<actuar>> tiene lugar de acuerdo con su destino (la voluntad de Dios), que obedece a una Ley Cósmica eterna cuyo principio de funcionamiento no podrá jamás ser comprendido por un objeto humano.

SER



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La única forma de considerar la vida es contemplar a la humanidad en su conjunto como creación de un mismo Dios, y percibir con claridad que la vida tiene lugar a través de cada ser humano y en cada momento estrictamente de acuerdo con la voluntad de Dios.
Cada ser humano es utilizado como un instrumento, programado de forma única, a través del cual Dios produce exactamente aquello que debe suceder de acuerdo con una Ley Cósmica que rige el universo durante toda la eternidad.
La comprensión de este hecho es el fundamento de la paz y la armonía en la vida cotidiana.


La aceptación total de que nadie es el hacedor de ninguna acción está basada en la comprensión de que la percepción en el mundo fenoménico es una función impersonal y nouménica.
Dicha percepción es percepción pura, pues no hay nada que sea percibido y no hay nada  -ningún objeto que asuma pseudosubjetividad- que perciba.
Aunque nuestro condicionamiento no nos permitirá aceptar esto fácilmente, el hecho es que, como seres sensibles, objetivamente no somos sino imágenes ilusorias de un sueño.
Cualquier existencia fenoménica es una mera sombra que emerge en la Consciencia y todas las características de los seres sensibles -su forma, su percibir, su conocer, su sentir, etc.- no son sino movimientos en la Consciencia, exactamente como sucede en el sueño.

La cuestión esencial que debe ser comprendida es que la Consciencia, en la que todo tiene lugar como en un sueño, es el soñador.

El sueño, constituido por la manifestación fenoménica, tiene lugar en la Consciencia, es percibido y conocido en la Consciencia y es interpretado por la Consciencia a través de la dualidad.

Todo lo que existe es Consciencia: el sujeto y el objeto, unidos inseparablemente cuando no están manifestados y concebidos, sólo aparecen como duales y separados cuando son concebidos en la manifestación fenoménica.

Estamos totalmente equivocados cuando pensamos que somos entidades autónomas e independientes que pueden pensar, elegir y tomar decisiones.
Si tan sólo revisáramos con calma cualquier período de nuestras vidas, sin duda encontraríamos que, aunque pensábamos que estábamos tomando las decisiones, los acontecimientos han tenido lugar de acuerdo con un plan maestro que se desarrolla a una escala gigantesca y en el que hemos sido meros peones.

No puede haber ningún sujeto distinto de la Consciencia, con el resultado inevitable de que ¡el objeto es el sujeto, lo percibido es quien percibe!

SER



SER

El sueño del vivir, visto de forma fenoménica, es tan sólo una apariencia en la Consciencia, percibida y conocida por la Consciencia y, en ese sentido, es una apariencia tan ilusoria como la de un espejismo.

En este sueño viviente lo que despierta no es el objeto.
El despertar sucede cuando tiene lugar la desidentificación del soñador con su objeto, cuando la entidad se disuelve como resultado de la comprensión de que lo que parecía un objeto es, de hecho, el Sujeto puro.

Cuando se reconoce que la percepción verdadera es el funcionamiento objetivo del Sujeto, el pseudosujeto desaparece y la entidad egoica es aniquilada.
Por ello, la verdadera percepción consiste en no ver los fenómenos como nuestros objetos.
En el momento en que percibimos los fenómenos como nuestros objetos, establecemos una relación objetiva con las cosas y creamos una dicotomía entre sujeto y objeto, entre <<uno mismo>> y <<otro>>.
Es esta separación aparente la que causa el sufrimiento humano y la que se conoce como <<esclavitud>>.
Percibir de forma nouménica no es una percepción objetiva sino subjetiva, en el sentido de que, con la comprensión de que ni el objeto ni su sujeto existen salvo como apariencias , los fenómenos se ven como algo que no está separado de nosotros mismos.
Por tanto, la verdadera percepción se produce cuando se deja de conceptualizar, viendo así el universo fenoménico sin comparar, sin elegir, sin juzgar, sin establecer con el mismo una relación sujeto-objeto.

¿Cuál es el sentido de esta verdadera percepción?
¿Qué sucede?
La respuesta es <<no sucede nada>> y <<sucede todo>>.
<<Nada>>, porque todo lo que ocurre es conceptualización y cuando ésta se detiene lo único que sucede es que <<nosotros>> (como <<Yo>> subjetivo) seguimos siendo lo que éramos <<antes de nacer>>.
Y <<todo>>, porque la nada del vacío fenoménico es en realidad la plenitud del Plenum Potencial nouménico.
Es decir, cuando la conceptualización cesa, el falso ver, el <<ver-hacia-fuera>>, se detiene y lo que queda es el <<ver-hacia-dentro>>, la Fuente misma de toda visión; no un ver desde la entidad sino desde dentro, desde la Fuente, un ver Nouménico en el que no hay entidad alguna.

La verdadera percepción establece una relación directa entre lo no manifiesto nouménico y la manifestación fenoménica; la manifestación puede adoptar gran número de formas, pero el substrato de todas ellas es la Consciencia, inmanente en todos y cada uno de los fenómenos (como el oro es inmanente a todos los ornamentos de oro cualesquiera que sean sus formas y nombres).
Así, se comprende que nada de lo que se percibe puede tener existencia independiente de la Consciencia nouménica.
Dicho de otro modo, la percepción verdadera significa la comprensión -la aceptación más profunda posible- de que el universo no es diferente de nosotros mismos, de que no hay diferencia entre lo manifiesto y lo no manifiesto, lo temporal y lo atemporal.

La diferencia se da sólo en apariencia, y aunque ésta parece irreconciliable (como sucede fenoménicamente con todos los opuestos), desaparece en la ausencia de conceptualización puesto que <<diferencia>> es de por sí un concepto.
En el sueño profundo, cuando no hay conceptualización, no hay cuestión alguna de diferencia o distinción: no hay ni objeto que pueda ser concebido ni sujeto que conciba para llevar a cabo la percepción -todo lo que hay es el funcionamiento nouménico de la <<mente-total>> sin el dualismo de la <<mente-dividida>>.

SER



SER

Cuando la búsqueda espiritual se desarrolla
de forma natural e intuitiva, uno solo desea estar cerca de Dios, estar a gusto consigo mismo
y con los demás.

SER


-.desde el Silencio del Momento Presente:

OM SHANTI SHANTI SHANTI




OM PAZ PAZ PAZ.-

SER

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